Qué ingenua era antes la humanidad. Pensaban que estaban solos en el mundo, que ellos eran los únicos seres dotados de inteligencia. No se hacían una idea de lo equivocados que estaban. En Marte, a tan solo unos cuantos millones de kilómetros de distancia, comenzaba a fraguarse la guerra de los mundos.
Todo comenzó con unas pequeñas explosiones sobre la superficie del planeta rojo. Pocos días después, un enorme proyectil impactó contra la Tierra, cerca de Londres. En un principio, todo apuntaba a que era un meteorito, pero, para sorpresa de muchos, se trataba de un cilindro metálico que encerraba algo en su interior. Pasado un tiempo, el misterioso objeto espacial se abrió y de él comenzaron a salir extrañas criaturas capaces de acabar con cualquier ser humano mediante un extraño rayo calórico. Este era el primero de muchos cilindros que estaban por caer. La noticia de la invasión marciana corrió como la pólvora y enseguida se sembró el pánico entre la humanidad, que veía peligrar su futuro con cada minuto que pasaba.
Así comienza la que se conoce como la primera historia que narra la invasión de la Tierra por los extraterrestres. Ahora nos puede parecer un tema muy recurrente e incluso pasado de moda, pero en 1898, momento de su publicación, marcó un antes y un después en la literatura de ciencia ficción.
A través de detalladas descripciones, H. G. Wells nos sumerge de lleno en un Londres devastado. Teniendo en cuenta la relativa novedad de la temática, llama la atención lo preciso que es Wells con los alienígenas que ha creado y, sobre todo, el rigor científico con el que está escrito.
Seguro que te suena de algo esta premisa, y es que esta novela ha sido tan importante que se ha adaptado en numerosas ocasiones a otros formatos, la última de ellas en 2005, cuando fue llevada a la gran pantalla por Steven Spielberg. La película y el libro guardan bastantes diferencias, así que si la has visto, no debe echarte para atrás el hecho de saber cómo acaba la historia.